Encontré mi vocación

Vilnei

Autora: Mariela Andrade

México 2022

Historias que crean futuros!

Corría el año 1977 cuando fui inscrita en el internado Rural nº 60 de Paso Farías, localidad situada en la zona norte del departamento de Artigas, próximo a las costas del arroyo Cuaró Grande y junto a la ruta 30, en Uruguay, mi país natal.

Procedente de la “gran urbe” – según yo – ya que había nacido en la capital, Montevideo, donde cursé el kínder o jardinera, como se le dice por mis pagos, y mi primer año de primaria, cuando me toca llegar a un lugar en el medio del campo, sin luz eléctrica ni agua potable, lo único que me agradó fue que olía a naranjas.

Mis compañeros eran los hijos de los trabajadores rurales de la zona y la escuela era nuestro hogar de lunes a viernes.

Desde el primer día que llegué me llamó la atención Vilnei, un niño muy blanco con  cachetes colorados, pelo negro azabache y ojos profundos, pero de él lo que realmente me encantó fue su acento, yo no entendía porqué le costaba tanto hablar español.

Con el paso de los días me fui enterando de que Vilnei era brasileño, y ahí entendí su esfuerzo por hablar nuestro idioma, porque la verdad, los chicos se reían mucho de su portuñol.

Teníamos nuestras clases durante la mañana. Dos salones, cada uno con tres filas de bancas, cada fila correspondía a un curso, yo estaba en tercero, al igual que Vilnei. Yo seguía embobada por como hablaba mi compañero y me decía a mí misma, ¡yo quiero hablar portugués como él, pero también le voy a pedir que me enseñe a escribir! Y fue así como nació mi amor por la Flor do Lácio(*)

Nuestros juegos, consistían en campeonatos de canicas, ¡donde por cierto yo era muy buena!, por supuesto, futbol, carreras de embolsados, Martín pescador, el huevo podrido, además de pasarnos horas jugando al veo-veo, ¡teníamos tanto por ver!, ¡todo lo que alcanzara la vista…hasta el horizonte!

En las noches, después de cenar y claro, siempre que nos dieran permiso, aprovechaba yo para sacar algún libro de nuestra biblioteca, que medía un metro por ochenta centímetros, y leía en voz alta para todos mis amigos, ¡a ellos les encantaba!

Empecé con Mujercitas, les gustó tanto que después me pasé a Hombrecitos. ¡Todos estábamos extasiados con las historias y muy seguramente muchos de nosotros nos identificábamos con algún personaje.

Recuerdo una de estas tardes de veo-veo que le tocó el turno a Vilnei, y él, muy concentrado dijo:

Veo-veo….

¿qué ves?

Una cosa…

¿Qué es?

Una cosa que empieza con L y termina con A…

Largo rato nos quebramos la cabeza tratando de adivinar su palabra, nadie la adivinó, Vilnei se moría de la risa y nos decía: ¡pero si está aquí, frente a nosotros! ¡Jajaja!

Nos dimos por vencidos, y él, con su cara de felicidad por habernos ganado, se levanta y nos dice abriendo sus brazos: ¡Laranjas!

Todos nos miramos y al unísono dijimos ¡nooo Vilnei, se dice naranja!

Y así pasaban nuestros días que se fueron convirtiendo en años, para mí, tres, donde sin querer queriendo, interpretando a Vilnei, encontré mi vocación.

Flor do Lácio (*)

Expresión utilizada para designar a la lengua portuguesa.